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Música desde casa

Durante el confinamiento la música siguió sonando, aunque las calles estuvieran vacías y los escenarios cerrados. Las actuaciones pasaron a las pantallas y Facebook e Instagram
se convirtieron en las nuevas salas de conciertos. Ya en los primeros días surgieron un sinfín de festivales y conciertos con los que se pretendía entretener al público en tiempos difíciles recordando al mismo tiempo la necesidad de quedarse en casa y respetar las recomendaciones sanitarias. Tanto artistas emergentes como nombres consolidados de distintos estilos musicales buscaron nuevas formas de compartir música en esas nuevas circunstancias. 

Algunos de los festivales organizados en las primeras semanas del confinamiento

Uno de los primeros festivales fue el Yo Me Quedo en Casa Fest, que tuvo varias ediciones y se celebraba los fines de semana; después apareció el Cuarentena Fest, que difundió una cuenta de PayPal para hacer donaciones que se repartirían entre los artistas. La lista de festivales crecía, llegando a haber más de diez el segundo fin de semana de confinamiento. A esto se le sumaban los conciertos que anunciaba cada artista en sus redes.

 

Todas estas iniciativas pretendían llevar la música a las casas de la gente, aunque faltase la «magia» de la música en directo, como explicaba Marcos Gallo, cantautor burgalés. «Esa energía única que se genera en un directo no la puedes generar de ningún otro modo», afirmaba. «Lo que se consigue entre el público y el intérprete o la intérprete creo que no se consigue en ningún otro sitio». Marcos, además de ofrecer varios conciertos a través de Instagram, fue uno de los organizadores de Canción a Domicilio, un festival dedicado a la escena emergente de la canción de autor en el que participaron 50 artistas.

La experiencia del festival de canción de autor #CanciónADomicilio

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Estos conciertos en línea suponían una gran oportunidad para llegar al público: cualquiera con un perfil en Instagram podía acceder, eliminando así las barreras físicas y económicas. Artistas emergentes encontraban en estas iniciativas una forma de ganar visibilidad y nuevo público.

 

Pero no fue fácil mover las canciones de los escenarios a las pantallas. Por un lado, la gran mayoría de bandas estaban separadas y, por otro, es muy difícil conseguir que una actuación de estas características tenga buena calidad de sonido, además de que se pierden muchas de las cosas que sí que hay en un concierto: luces, apoyo, el propio ambiente...

 

Virginia y Moli, que forman Duerme Simón, tuvieron la suerte de que su salón ya era su sala de ensayo y, tras un tiempo de preparación, lograron llevar su formato eléctrico a Instagram. Aunque su directo lo viese tan solo una persona, querían que esa persona se llevase una experiencia lo más cercana posible a un concierto en una sala. Reconocen que son afortunados por tener los medios necesarios para montar un espectáculo así, puesto que en muchos casos los artistas han visto sus posibilidades limitadas a tan solo un móvil y su instrumento. Virginia destaca que lo importante en cualquier concierto que se quiera realizar es cuidar lo que se está ofreciendo.

Concierto eléctrico desde casa de Duerme Simón

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Los festivales y conciertos online fueron la forma que encontraron los artistas de ayudar a hacer el confinamiento más llevadero, pero después de un tiempo llegó la saturación. Daniel Claudín, fotógrafo y mánager en Destroyer Management, organizó un festival con las bandas con las que trabaja, pero tuvo que esperar a que pasase el boom de los festivales. «Ha habido días que me metía en Instagram y, hasta que llegaba a las primeras stories, igual tenía que pasar 30 directos. ¿Y cuál ves?». 

Aunque pudiese parecerlo, no todos los artistas estaban haciendo directos. Iseo (del dúo Iseo & Dodosound) respondió a los mensajes que recibían pidiendo un directo recordando que los conciertos por streaming en redes son solo una de las formas de disfrutar de la música durante el confinamiento y que a veces es necesario desconectar por un tiempo. «Los artistas se dedican durante toda su carrera a crear para que esa creación sobreviva en el tiempo y sea siempre un lugar común con su público más allá de lo efímero e inmediato, aspirando, en ocasiones, a ser más que un entretenimiento para pasar las horas», explica. 

Iván Ferreiro también animaba en Twitter a escuchar esos discos en cuya grabación y producción se había puesto tanto esfuerzo, considerando esta situación «un buen momento para disfrutar de las obras tal y como fueron concebidas». Unas semanas después, surgía la iniciativa #FiestaEscuchaDiscos, impulsada por Nacho Ruiz, para escuchar de forma colectiva un disco cada día mientras la propia banda o artista lo comentaba en Twitter.

Carteles de las distintas ediciones de #FiestaEscuchaDiscos

Otras formas de compartir música fueron los vídeos, en diferido, de actuaciones musicales. El Kanka subió una de sus canciones cada día a Instagram TV, en una serie que llamó #ElKankaEnCasa. También había quien recomendaba nuevos artistas o álbumes que descubrir. 

Todas estas iniciativas mantuvieron viva la música y en esos meses, además de los lanzamientos ya programados, vieron la luz canciones inspiradas por la situación que estábamos viviendo. En algunos casos lo recaudado era destinado a investigación o ayuda social, como «Aves Enjauladas», de Rozalén, o «Los abrazos prohibidos», de Vetusta Morla, en la que colaboraron una veintena de artistas y cuyos beneficios económicos se donaron para la investigación sobre el coronavirus. Por otra parte, «Resistiré» se convirtió en el himno de los meses de confinamiento, sonando en balcones y casas, y varios artistas lanzaron una nueva versión del tema.  

Las canciones del confinamiento

Los días pasaban, las redes seguían llenándose de conciertos en streaming y pronto surgió un debate en torno a la gratuidad de los directos. Parecía complicado cobrar por ellos cuando se habían convertido en una forma de apoyo a la sociedad en tiempos difíciles y una oportunidad de ganar visibilidad importante para los artistas. Además, las limitaciones hacen que la calidad sea en muchos casos inferior a la de un concierto en una sala.

 

Pero la gratuidad de la cultura no es algo nuevo, sino que se ha asentado con el confinamiento, así como el temor a los efectos de un modelo de cultura gratis en un sector ya precarizado. Para Laura Casielles, poeta y periodista, esto tiene que ver con qué construcción se ha hecho para determinar qué tiene valor y qué no: «yo entro a un bar y me parece súper normal que voy a pagar la cerveza, pero que no voy a pagar por ver el concierto en vivo ¿no? Eso es una locura». 

Facebook, Instagram y otras plataformas funcionan como esos espacios de música en vivo en los que quien actúa no obtiene una remuneración económica, sino la oportunidad de ganar visibilidad. José Sánchez, de la Unión de Músicos de CNT, considera que pronto el sector deberá enfrentarse a las complicaciones de las plataformas digitales y la forma en la que se distribuyen (o no) los beneficios generados en ellas. «Tú das un concierto en Facebook y Facebook se está llevando dinero, pero a ti no te da nada».

Diana Erenas, en los conciertos que dio durante el confinamiento, pidió al público que se acordara del sector musical y cultural cuando la situación cambiase, porque necesitará toda la ayuda que se le pueda dar para hacer frente a los efectos de esta crisis. Este mensaje se repetía en muchos directos, animando a la gente a compartir la música y apoyar a quienes la hacen posible. Daniel Claudín cerró el festival de Destroyer Management con esa petición: «si os ha molado, que sepáis que podéis apoyar a esta gente en las salas, que es donde os vamos a necesitar». 

Reflexiones sobre los conciertos gratis en streaming

Ya fuese con conciertos en streaming, escuchas de discos, recomendaciones o vídeos, se encontró una forma de mantener la actividad en un sector que se vio paralizado y con un futuro incierto a raíz de la crisis sanitaria.

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