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Madrid era una ciudad que podía recorrerse de sala en sala, disfrutando de la canción de autor a través de sus micros abiertos. Eran encuentros de entrada libre en los que cada participante que quisiera podía subir al escenario a compartir su arte. Había varios, cada uno con su estilo: los lunes en el bar Calvario; los martes, en Libertad 8; los miércoles, en el Búho Real y en La Fídula.

 

Esta podía haber sido la historia de un recorrido por todos esos espacios. Pero en marzo las salas se cerraron porque la música, como el resto de la cultura, tuvo que quedarse en casa.

Desde casa

Sala de música

La música siguió sonando, esta vez a través de las pantallas, con cientos de conciertos a través de Instagram y otras plataformas.

Cancelaciones

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En cuestión de días, se aplazaron o cancelaron los eventos programados, sin saber cuándo podrían celebrarse ni en qué condiciones.

Trabajo precario

Muestra de madera de la música en vivo

Esta situación hizo reflexionar al sector sobre la precariedad y la necesidad de cambios.

La música no debe parar

Descuentos para los profesores de música

El confinamiento también ayudó a poner en valor la música y la cultura.

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